EL PAPEL DE LA FAMILIA Y LA ESCUELA EN LA EDUCACIÓN ACTUAL
Es necesaria una nueva forma de enfocar la educación en la familia, que ha de tomar conciencia de la necesidad de su participación en ámbitos sociales más amplios.
La sociedad ha sufrido una evolución en los últimos tiempos que ha repercutido de forma directa en la familia y la escuela. Tanto es así que uno de los temas más destacados respecto a la educación en estos días es la colaboración entre ambas.
El papel de la familia ha ido evolucionando con la incorporación de la mujer al mundo laboral y con otros cambios de diversa índole, sobre todo política y económica. Esta ha pasado de ser la encargada única y exclusiva de la formación de los hijos e hijas, a delegar en la escuela parte de esta tarea.
Estos cambios de la sociedad actual son rápidos y profundos. La complejidad, cada vez mayor, demanda una nueva visión educadora de la familia y la escuela, lo que exige su compromiso para trabajar unidas en un proyecto común.
La familia
La familia como primer ámbito educativo necesita reflexionar sobre sus pautas educativas y tomar conciencia de su papel en la educación de sus hijos e hijas. La realidad actual se le escapa, y esto repercute en la vida del niño y la niña, lo cual conlleva a su vez problemas escolares y familiares que surgen a diario: desinterés, falta de motivación, dependencia, bajo rendimiento, fracaso escolar, violencia, etc., y no se pueden achacar a la sociedad en abstracto, a la familia, a la escuela o al alumnado, de manera independiente, sino que la interacción de todos ellos es la que propicia esta situación.
Son los padres y las madres quienes gozan de una relación de intimidad única que exclusivamente se da en el seno de la familia y que permite todo tipo de interrelaciones personales: de afecto, ayuda, orientación, soporte, etc, que influyen y modifican los comportamientos de todos sus miembros. Suele decirse que en una familia todos educan y son educados.
Son, asimismo, los padres y madres quienes están en mejores condiciones, a causa de su cariño desinteresado, de conseguir el aumento en autonomía de sus hijos e hijas y, por tanto, la madurez: un crecimiento en libertad y responsabilidad que solamente es posible, de manera armónica, cuando la familia soporta las decisiones personales, con su mezcla de aciertos y errores.
La participación de los padres en la vida escolar parece tener repercusiones tales como:
• Una mayor autoestima de los niños y niñas.
• Un mejor rendimiento escolar.
• Mejores relaciones padres/madres e hijos/hijas.
• Actitudes más positivas de los padres y madres hacia la escuela.
Los efectos repercuten incluso en el profesorado, ya que los padres y madres consideran que los más competentes son aquellos que trabajan con la familia (Pineault, 2001).
¿Cómo llevarlo a la práctica?
Es necesaria una nueva forma de enfocar la educación en la familia, que ha de tomar conciencia de la necesidad de su participación en ámbitos sociales más amplios. Esto exige una formación de padres y madres a través de programas.
Las propuestas han de ir enfocadas hacia intervenciones globales en las que se impliquen las instituciones sociales, escolares y familiares, desde una perspectiva interactiva, ecológica y comunitaria.
La escuela
La escuela se sitúa en el segundo espacio, de vital importancia, en la vida de los niños y niñas.
Entre sus objetivos se encuentra:
• Fomentar la participación.
• Cooperación.
• Colaboración entre el alumnado.
En consecuencia, la puesta en práctica de los valores comunitarios y democráticos que se proponen en la familia y la escuela formarían parte de las experiencias y vivencias del alumnado, desde los dos ámbitos en los que interactúa cada día, configurando su identidad y autoconcepto.
La educación no se puede fragmentar, y la familia y escuela son entidades paralelas y complementarias en este proceso, por ello la educación no tendrá éxito si no hay coherencia y comunicación en los dos ámbitos.
¿Qué tipo de escuelas pueden responder a estas demandas?
Las escuelas pueden enfrentar esta función social y educativa de diferentes formas, tan válidas unas como otras según los recursos y características de la comunidad.
• Escuelas que convocan a los profesionales de su comunidad educativa y forman un equipo de voluntariado para cumplir con esta función.
• Escuelas que se agrupan con otras en una suma cualitativa de sus recursos humanos.
• Escuelas que contratan un sistema intermedio (centros de formación para padres y docentes) que con un equipo de profesionales idóneos cumpla esta tarea.
¿Qué escuelas promueven esta formación?
No todas las escuelas tienen el estilo institucional para iniciar esta tarea. Adhieren a esta propuesta aquellos centros educativos que:
• Están convencidas de la necesidad de la relación familia-escuela.
• Buscan la participación de la familia en las aulas.
• Tienen muy en cuenta la opinión de la familia frente a sus cambios y transformaciones.
Establecen diálogos cálidos, organizados, en donde la escuela se comunica con la familia de forma integral y con la intención de compartir un trabajo en común.
Concluiré con este pensamiento: se han de unificar esfuerzos para superar las dificultades. Las características de una nueva sociedad traen consigo la formación y el estilo de un profesorado diferente. La familia debe aportar su granito de arena y asumir el compromiso de participar en una tarea común parar poder atender positivamente a las necesidades afectivas, cognitivas de los niños y niñas, así como de toda la comunidad educativa.
Recuperado de: http://blog.smconectados.com/2012/11/14/el-papel-de-la-familia-y-la-escuela-en-la-educacion-actual/
FAMILIA Y ESCUELA, UNIDAS EN LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS.
Es en la escuela donde los niños interiorizan gran parte de sus experiencias y aprendizajes, pero esto no significa que los padres tengamos que olvidar la responsabilidad que tenemos sobre la educación de nuestros hijos. Como decíamos, la familia ha dejado de ser el único foco educativo para el niño y ante esta situación es correcto afirmar que los padres cedemos parte de las responsabilidades en profesionales, en este caso, los maestros; pero no debe olvidarse que la plena responsabilidad les corresponde a los padres.
La educación de los hijos empieza en casa
Sin lugar a dudas, es en el seno familiar donde se inicia y fomenta la educación de los hijos. En ella se aprenden y adquieren los hábitos y las normas que regirán el comportamiento futuro del niño, marcándole una personalidad propia. En el ámbito familiar es necesario que el niño respete y aprenda a convivir con todos sus miembros integrantes. Aprende de ellos, les observa y se identifica. Según la forma en que actúe y responda la familia frente a circunstancias concretas, el niño se forjará una escala de valores que le servirán para actuar de manera consecuente según lo haya interiorizado y asimilado. Él niño debe tener siempre presente que los demás miembros de la familia necesitan de su colaboración; mediante el buen aprendizaje de los hábitos podrá participar en las actividades cotidianas de la familia.
Colaboración entre padres y escuela
Tanto la familia como la escuela son parte activa en la educación del niño. Éste toma de ambas partes puntos de referencia que le ayudan en su desarrollo tanto conductual como intelectual. Por ello resulta tan necesaria la colaboración entre las dos partes. Es importante que la escuela sepa cómo actúan los padres frente a su hijo, y éstos deben conocer la actuación de la escuela.De este modo, si la relación es sincera y aporta una información real y concreta, sus responsables podrán unificar su línea de acción y podrán ofrecer respuestas similares al niño, con lo cual colaborarán a facilitar su aprendizaje y comportamiento. Ambas partes en colaboración pueden mejorar el rendimiento del niño.
Cómo establecer una buena relación entre la familia y la escuela
La buena predisposición es fundamental para entablar una relación entre padres y escuela. En ocasiones no resulta fácil, bien porque la actuación del maestro resulta muy estricta en cuanto a reuniones y horarios de visitas, o bien porque los padres del niño no se brindan a esa relación. El maestro es un profesional de la enseñanza que debe insistir en la colaboración de los padres.Para ello necesita actuar con flexibilidad, tolerancia y diplomacia.
La colaboración entre padres y escuela será más fácil si todos se muestran abiertos al diálogo, con un respeto y una confianza mutua que permitan a cada uno situarse en su terreno, en cuanto a la educación del niño se refiere. La comunicación entre ambas partes puede ayudarle, complementándose y guiando su proceso evolutivo.
La comunicación entre padres y maestros no debe limitarse a la entrevista programada. Existen otros niveles de comunicación que ayudan a integrarse en la realidad escolar, reuniones generales de escuela, consejos de padres y otras. Con la participación de los padres en la escuela, mejora, sin duda, la calidad de la enseñanza. Esta colaboración entre padres y maestros es imprescindible para conseguir que la educación de los niños alcance un buen nivel.
Recuperado de: http://www.superpadres.com/blog/familia-y-escuela-unidas-en-la-educacion-de-los-ninos/
¿QUE PAPEL JUEGA LA FAMILIA EN EL PROCESO
EDUCATIVO DE LOS NIÑOS? ¿ ES LA FAMILIA UN PILAR
IMPORTANTE EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS?
La educación tiene un objetivo muy claro, este es el desarrollo integral del niño, y es en el núcleo familiar donde encontramos las raíces de ese desarrollo global.
La familia es vital tanto para la sociedad como para el desarrollo del ser humano. La educación es tarea primordial de la familia, aunque compartida de una manera significativa con la escuela, con el entorno y con el contexto social.
Los tres anillos de formación de la persona son: la familia, la escuela y la sociedad.
Centrándome en la familia tengo que decir que es para el niño el primer transmisor de pautas culturales y su primer agente de socialización. Los primeros responsables de la educación de los niños son los padres, la familia es el primer contexto donde nos ponemos en contacto con el mundo, un mundo particular de cada grupo familiar, que va transmitiendo al niño sus hábitos, sus costumbres, sus pautas de transmisión cultural.
Dentro de la familia se dan las primeras interacciones, se establecen los primeros vínculos emocionales y vivencias con las personas cercanas. Es en este medio donde el niño realiza los aprendizajes sociales básicos que le ayudarán en su relación consigo mismo y con los otros. Poco a poco irá conociendo normas, pautas de actuación y comportamiento humano.
Para que la relación entre familia y escuela sea efectiva debe lograr integrar a la familia como parte esencial. Se trata, por así decirlo, de poner en práctica una escuela abierta. La escuela comparte con la familia la labor de educar, completando y ampliando sus experiencias formativas. Conseguir que la educación sea eficaz depende totalmente de una unidad de criterios educativos en casa y en la escuela. Y para conseguir ese fin es necesario la comunicación y coordinación entre maestros y padres.
Por ello los maestros necesitan no sólo la información que puedan aportar los padres relativa a sus hijos para conocerlos, sino que además va a ser muy importante su colaboración para hacerles partícipes de la educación escolar de sus hijos, esto repercutirá notablemente sobre su personalidad así como lo que aprendan en el seno familiar va a repercutir en sus comportamientos en la escuela.
Para finalizar mi aportación a la revista me gustaría destacar una cita de José Antonio Marina (filósofo, ensayista y pedagogo) relacionada con los tres pilares fundamentales de la educación: "Los padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden protegerlos de otras influencias muy poderosas. Los docentes solos no pueden educar a sus alumnos, por la misma razón. La sociedad tampoco puede educar a sus ciudadanos, sin la ayuda de los padres y del sistema educativo. La intervención de padres y maestros es imprescindible, pero todos debemos conocer sus limitaciones y reconocer que en la tupida red de influencias en que vivimos, todos ejercemos una influencia educativa, buena o mala por acción o por omisión… Es imprescindible una movilización educativa de la sociedad, que retome el espíritu del viejo proverbio africano: para educar a un niño hace falta la tribu entera".
Recuperado de: http://revistamagisterioelrecreo.blogspot.com.co/2013/04/que-papel-juega-la-familia-en-el.html
FAMILIA Y ESCUELA: UN ENFOQUE INTEGRADOR
Es un hecho: la familia, independiente de su condición social, asigna gran importancia a la educación como factor de promoción social, lo que supone crecimiento personal en todos los ámbitos: social, afectivo, económico… traducidos en mejores expectativas de participación, integración; en suma, en mejor calidad de vida.
Es bien conocida la expresión: “no les dejé dinero a mis hijos, pero les di educación”. Y, hoy, en el ámbito educacional, la participación de la familia en la educación de sus hijos, reviste importancia capital. El rol educativo de la familia, por otra parte, es insoslayable.
La importancia que la familia asigna al trabajo de la escuela en términos de enseñar a ser y a convivir a sus hijos, pertenece al ámbito sociocultural. Por ello, cada vez cobra más fuerza en las familias un concepto integrador: la escuela no sólo debe ocuparse del desarrollo intelectual; la escuela, además, debe ser un agente que promueva el desarrollo afectivo y social de los niños.
La familia tiene gran peso en aspectos morales y afectivos; influye en el rendimiento educativo, en el desarrollo de la inteligencia emocional, en la salud, en las formas de pensar, y, en general en la configuración de la personalidad de los niños.
Los estudios disponibles muestran una correlación positiva entre el clima educacional de los padres y la retención y el éxito escolar de los hijos. Adicionalmente, la fortaleza del núcleo familiar se vincula con niños que no sufren problemas emocionales de envergadura si se los compara con niños con algún nivel de precariedad afectiva.
No menos importante es el peso de la familia en la configuración de los perfiles de comportamiento de los niños, que se manifiestan en el campo de las formas de pensar, en las actitudes y en el comportamiento, donde también están presentes los valores. De hecho, la sociedad, las familias, la escuela, asignan gran importancia a los valores, pero éstos deben reflejarse en el comportamiento cotidiano y no tanto en formalidades declarativas…
Los sistemas educativos conforman estructuras fundamentales que modelan la calidad de la población de un país. Por ello, la educación tiene un valor propio, fundamental, proyectivo: es un pilar formativo que debiera trabajar de consuno con las familias, tras un objetivo común: formar y preparar personas en los dominios cognitivo, afectivo y psicomotriz.
En el proceso educativo formativo considerado en forma integral, la influencia de la familia y de la escuela está fuera de discusión. Cada día cobra más fuerza la idea de trabajo conjunto familia – escuela, y se resalta la importancia de integrarla al ámbito educativo formal de la escuela, donde no sólo son importantes los profesores, también lo son los pares, los compañeros de curso, donde se produce una interacción permanente.
Familia - escuela – profesores… contribuyen al desarrollo integral de los niños; éstos tienen una disposición favorable al conocimiento y al desarrollo; tienen intereses y su propia organización del mundo; son activos y sociales por naturaleza, disfrutan de la vida y la exploración, tienen capacidad para concentrarse, para ser creativos. Los niños, en suma, quieren ser protagonistas de su propio saber y de sus propias destrezas… Y en este proceso tanto padres como profesores también pueden aprender de los niños, porque ellos mismos enseñan cosas nuevas, día tras día. Entonces, en el ámbito educacional debe establecerse una relación emocional tranquila, de empatía con las cosas y las personas, donde los niños se sientan queridos, seguros, respetados, en un ambiente de libertad. Los desafíos implícitos en estas afirmaciones constituyen un reto permanente a la labor educativa de los profesores y de los padres.
Es bien conocida la expresión: “no les dejé dinero a mis hijos, pero les di educación”. Y, hoy, en el ámbito educacional, la participación de la familia en la educación de sus hijos, reviste importancia capital. El rol educativo de la familia, por otra parte, es insoslayable.
La importancia que la familia asigna al trabajo de la escuela en términos de enseñar a ser y a convivir a sus hijos, pertenece al ámbito sociocultural. Por ello, cada vez cobra más fuerza en las familias un concepto integrador: la escuela no sólo debe ocuparse del desarrollo intelectual; la escuela, además, debe ser un agente que promueva el desarrollo afectivo y social de los niños.
La familia tiene gran peso en aspectos morales y afectivos; influye en el rendimiento educativo, en el desarrollo de la inteligencia emocional, en la salud, en las formas de pensar, y, en general en la configuración de la personalidad de los niños.
Los estudios disponibles muestran una correlación positiva entre el clima educacional de los padres y la retención y el éxito escolar de los hijos. Adicionalmente, la fortaleza del núcleo familiar se vincula con niños que no sufren problemas emocionales de envergadura si se los compara con niños con algún nivel de precariedad afectiva.
No menos importante es el peso de la familia en la configuración de los perfiles de comportamiento de los niños, que se manifiestan en el campo de las formas de pensar, en las actitudes y en el comportamiento, donde también están presentes los valores. De hecho, la sociedad, las familias, la escuela, asignan gran importancia a los valores, pero éstos deben reflejarse en el comportamiento cotidiano y no tanto en formalidades declarativas…
Los sistemas educativos conforman estructuras fundamentales que modelan la calidad de la población de un país. Por ello, la educación tiene un valor propio, fundamental, proyectivo: es un pilar formativo que debiera trabajar de consuno con las familias, tras un objetivo común: formar y preparar personas en los dominios cognitivo, afectivo y psicomotriz.
En el proceso educativo formativo considerado en forma integral, la influencia de la familia y de la escuela está fuera de discusión. Cada día cobra más fuerza la idea de trabajo conjunto familia – escuela, y se resalta la importancia de integrarla al ámbito educativo formal de la escuela, donde no sólo son importantes los profesores, también lo son los pares, los compañeros de curso, donde se produce una interacción permanente.
Familia - escuela – profesores… contribuyen al desarrollo integral de los niños; éstos tienen una disposición favorable al conocimiento y al desarrollo; tienen intereses y su propia organización del mundo; son activos y sociales por naturaleza, disfrutan de la vida y la exploración, tienen capacidad para concentrarse, para ser creativos. Los niños, en suma, quieren ser protagonistas de su propio saber y de sus propias destrezas… Y en este proceso tanto padres como profesores también pueden aprender de los niños, porque ellos mismos enseñan cosas nuevas, día tras día. Entonces, en el ámbito educacional debe establecerse una relación emocional tranquila, de empatía con las cosas y las personas, donde los niños se sientan queridos, seguros, respetados, en un ambiente de libertad. Los desafíos implícitos en estas afirmaciones constituyen un reto permanente a la labor educativa de los profesores y de los padres.
Recuperado de: http://www.educativo.utalca.cl/link.cgi/editorial/2476
PATERNIDAD RESPONSABLE Y RESPONSABILIDAD EDUCATIVA
La educación es el complemento natural de la procreación, algo que ésta reclama para su propio efecto, en virtud, justamente, de la necesidad que en él existe de ser ayudado y atendido en el proceso de su desarrollo. Así es realmente cómo la actividad educativa prolonga, de una manera natural, a la generación o procreación.
Estamos, por tanto, hablando de un auténtico nexo natural entre lo uno y lo otro, hasta tal punto que la educación no se limita a añadirse a la procreación como si sólo fuese respecto de ésta un perfeccionamiento o complemento puramente exterior y, por ello mismo, no exigido desde el ser de la prole en cuanto tal.
Tan íntima es, por el contrario, la unidad entre la educación y la procreación, que ésta tiende a prolongarse en la actividad educativa como en su propia forma de plenitud y merced a un impulso esencialmente idéntico en lo que es de la esencia de la paternidad propia del hombre.
De ahí la necesidad de sostener que los primeros responsables naturales de la actividad educativa son los progenitores. La responsabilidad natural de la educación tiene el sentido de una consecuencia natural de la responsabilidad propia de los padres.
Lógicamente se comprende bien que la ideología colectivista no tome como punto de partida, para su forma de interpretar la educación, ese íntimo nexo natural entre ésta y la procreación. Pero no hay forma, en cambio, de entender que se atente contra este nexo cuando la mentalidad de que se parte es la que afirma los derechos y los deberes que naturalmente se derivan de la responsable libertad del ser humano como algo anterior a cualquier derecho positivo.
No es legítimo hablar de una paternidad responsable si se prescinde en la teoría o en la práctica de la responsabilidad educativa que conlleva la procreación. Tal responsabilidad es un derecho en la misma medida en que es también un deber. Por ello mismo hay ya en su fundamento natural una objetiva exigencia de recabar y poner todas las condiciones que hacen posible cumplirlos con la más plena sinceridad en la intención.
La conciencia de la responsabilidad educativa que los padres tenemos —precisamente porque somos padres- no se puede escindir de la conciencia de nuestra libertad como personas humanas. Tal escisión, que pretende justificarse con las falsas razones de una actitud egoísta, no tiene nada que ver con la más noble acepción de todo auténtico y esencial liberalismo, porque éste precisamente es consecuencia con los más altos valores de la libertad si al mismo tiempo se enlaza con la responsabilidad indeclinable que nuestras libres decisiones nos confieren.
En consecuencia, tampoco puede admitirse, moralmente, una libre renuncia de los padres a su derecho y deber de elegir los educadores que les suplan en lo que no puedan realizar para la formación de sus hijos. Sin duda alguna, los padres tenemos que delegar toda una serie de aspectos de la realización de esa tarea. Pero lo que no podemos delegar es el derecho-deber de elegir las personas que en esos aspectos nos sustituyan. Pretender que ambas cosas son idénticas es salirse por la tangente de una inexcusable confusión, solamente posible cuando se empieza por no querer asumir la esencial responsabilidad educativa que va implícita en el sentido de toda paternidad.
También es claro que los padres podemos pedir consejo para la elección de los centros en que vayan a formarse nuestros hijos. Pero el consejo no quita la responsabilidad a quien lo pide, ni el pedirlo deja de ser un ejercicio de nuestro libre albedrío. Lo que se opone a ambas cosas es que el Estado intervenga con una suplantación de las atribuciones de los padres, pretendiendo tener más altos títulos que los que éstos poseen, o como haciéndoles un favor que en realidad tendrían que agradecerle.
Hay favores que no pueden admitirse. Seguramente, el desarrollo de esta idea nos llevaría muy lejos en la crítica del intervencionismo del Estado. Sin embargo, aquí hemos de limitarnos a rechazar la idea del presunto favor que los gobernantes nos harían al descargarnos de una de las dimensiones integradas en la responsabilidad educativa que como padres tenemos. No queremos ese favor. Y no lo queremos, sencillamente porque estamos dispuestos a asumir las cargas y los derechos naturales, fundamentalmente intransferibles, de una paternidad que se prolonga en la noble tarea de la educación de nuestros hijos.
Recuperado de: http://www.conoze.com/doc.php?doc=8778
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